Bienvenido a la página dedicada a la devoción de los Jueves Eucarísticos y Adoración al Sacramento del Altar.

Aquí podrás encontrar recursos diversos con los que vivir más ardientemente y con un sentido más profundo tu experiencia eucarística, adentrarte en este misterio de amor e irradiar tu alma y tu ser con la palpable realidad de ser consciente de la cercanía de nuestro Dios.

Él quiso habitar con nosotros, darnos su compañía y consuelo, y no nos abandonará hasta el fin de los siglos.
Alabanzas de reparación

Bendito sea Dios, Padre Todopoderoso.
Bendito sea su Santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre.
Bendito sea el nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendita sea su preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del altar.
Bendita sea la Gloriosa Santa María Madre de Dios.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su Gloriosa Asunción.
Bendito sea el nombre de María Virgen y Madre.
Bendito sea San José, su castísimo Esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.

Acto de consagración a la Preciosa Sangre de Cristo

Preciosa Sangre palpitando en el Eucarístico Corazón de Jesús, yo te adoro y te ofrezco en homenaje mi alabanza y amor.

En el Calvario, Tú vertiste el precio de mi redención; en el altar, Tú eres mi vida y la fuente de todas las gracias que jamás se ha conocido Sangre Divina, yo te doy gracias; Tú eres el grandísimo regalo de Dios al hombre, la prueba y promesa de amor eterno.

¡Oh Sangre Salvadora!, tan a menudo desconocida, despreciada y olvidada, yo me ofrezco a darte reparación durante mi vida, por mediación del Inmaculado Corazón de María, mi Madre. Yo deseo consagrarte todos los días de mi vida a Tu amor y adoración, pongo mi ser en forma especial bajo Tu poderosa protección, que Tu bendición siempre descanse sobre mi familia y sobre todos mis bienhechores, amistades, y todas las personas que conozco o se relacionan o han relacionado conmigo.

Cuando las tormentas de la vida se aglomeren cerca de mí, cuando pruebas y tentaciones me opriman fuertemente, sé Tú mi refugio y mi fuerza. Bendecidos por Ti, mis gozos serán más dulces y cada tristeza que yo tenga Tú la suavizarás. Sobre todo, a la hora de mi muerte, ¡oh Preciosa Sangre de Cristo!, sé Tú mi paz y mi esperanza. Que tu insignia sea mi pasaporte a las Eternas moradas, Tu Voz mi mediadora delante del trono de la Justicia de Dios, abriéndome las puertas de la Ciudad Inmortal, donde por siempre te podré amar y gozar. Amén.

Sangre de Cristo, embriágame

Sangre de Cristo inocentísima, derramada hasta la última gota en tu Pasión, hecha precio de mi rescate, embriágame.

Sangre de Cristo, con la que nos dejaste rubricado el Testamento de tu perdón para siempre, embriagáme.

Sangre de Cristo que clama, con más fuerza que la de Abel, no venganza sino misericordia, embriágame.

Sangre de Cristo, Sangre del Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, no me seas causa de condenación sino de salvación.

Sangre de Cristo, que tan copiosamente brotas de las cinco llagas, anega en Ti mi vida de desamor y culpas.

Sangre de Cristo, tíñeme para que el Ángel exterminador no me hiera.

Sangre de Cristo, que infundes fortaleza en los mártires, embriágame de tu virtud, que mi debilidad humana sólo se podrá curar con la transfusión de tu Sangre Divina.

Sangre de Cristo, que haces germinar pureza en las vírgenes, embriágame de tu santidad para "siempre ser tu azucena humilde y pura, conservando entre espinas mi blancura por tu Madre a tu pecho trasplantada".

Sangre fecunda del costado de Cristo, de donde brotó una Iglesia santa, embriágame.

Sangre de Cristo, oculta en el cáliz de la misa, embriágame.

Sangre de Cristo, que enciendes el celo de tu gloria en las almas de los Confesores, embriágame de ese santo celo por las almas.

Sangre de Cristo, que pides la mía, embriágame para que arda en deseos de derramarla por Ti y por las almas.

Haz que pierda ya el gusto de lo sensual y mundano, y hazme loco de amor por Ti. Embriágame.